viernes, 10 de diciembre de 2010

Demoliendo puentes

Para N.
Ángel Castaño Guzmán

El fallido puente de La Cejita —levantado en la administración municipal de Efrén Tovar Martínez—, llamado con justicia monumento a la corrupción, es apenas uno de los cientos de casos donde la precaución en el manejo de recursos públicos no ha sido la norma. La pregunta escrita en la pancarta de Luis Ángel Gutiérrez, retratado en el instante de la solitaria protesta —la foto apareció en la portada de La Crónica del Quindío el 2 de diciembre de 1999—, sigue sin respuesta oficial a la vista: ¿quedará impune este atraco al pueblo? La ciudadanía, al brindar su apoyo en las urnas a personajes sin definidos proyectos de acción, movidos exclusivamente por la voracidad burocrática, es responsable de la preocupante descomposición de la democracia.

Los tentáculos de la corrupción retrasan el avance de las regiones —feudos de caciques nada instruidos— en todos los frentes. El Quindío carece de dirigentes comprometidos con la disminución del desempleo, la erradicación total del hambre y el cuidado del medio ambiente. Sentadas en ventiladas oficinas, las eminencias grises —sonido de hielos en vaso de whisky— trazan sin escrúpulo el futuro de la población. Con las espaldas cubiertas, reparten migajas —tejas, recetas médicas, vituallas— a hombres y mujeres apilados en salas de espera. Nadie dice nada. Pocos pugnan contra la apatía y el desgano general. Los ojos vigilantes son de inmediato cerrados con el revólver o la transacción bajo mesa. El barco, fisuras en armazón, zozobra.

La baraja de eventuales candidatos para las votaciones locales no inspira confianza. La ruina ética y material parece destino de nuestros pasos. La culpa la carga el perfumado ladrón, por supuesto, pero también el reportero cómplice, el líder comunitario genuflexo, el intelectual encerrado en el autismo de marchitas teorías, el poeta sólo interesado en la sonoridad de sus versos, el izquierdista aún convencido de la infalibilidad de catecismos revolucionarios, el universitario infectado de un malditismo casero, la dama y el varón. Usted y yo. Si, somos culpables y la gravedad radica en que nos importa una mierda.

2) Las recientes declaraciones del director del partido Conservador sobre las intenciones de esa colectividad de tramitar un proyecto de ley que castigue el aborto son anzuelos para las próximas elecciones. El espinoso debate alrededor de la interrupción voluntaria del embarazo es el principal blasón de políticos educados en las secretas oficinas de Torquemada. El asunto, en el fondo, es un problema del fuero íntimo de las mujeres y no campo de batalla para oportunistas cazadores de votos. Los supuestos defensores de la vida —pancartas truculentas de fetos hechos trizas— miran con indiferencia la humeante multitud de cadáveres de la violencia armada y cultural padecida en campos y ciudades. La virulencia de sus manifestaciones —signadas con el puritanismo de las demás cruzadas morales de la mayoría bien pensante: campañas antitaurinas, marchas adversas al levantamiento del veto a la dosis personal de la marimba—, nace de una comunidad acostumbrada a la placidez de la insensibilidad. Las guerras, el sida, la hambruna, los estragos del cólera en Haití y las trapacerías de los escuderos de Uribe, ocupan marginal espacio en la avalancha publicitaria del capitalismo mediático.

Además, la argumentación de los godos, con facilidad refutada, esconde bajo suntuosos ropajes una machista concepción de la sociedad. No es un asesinato la razonada decisión de no ser madre sino, por el contrario, un ejercicio de libertad y soberanía femenina. El hombre en el transcurso de la historia ha mancillado hasta el hartazgo la dignidad de la mujer, convertida en botín de guerra y desechable juguete de satisfacción.



martes, 9 de noviembre de 2010

VERDADES DE PEROGRULLO

Ángel Castaño Guzmán

1.- Crece el abanico de aspiraciones para las próximas elecciones locales. Ex funcionarios de las actuales administraciones reúnen enjambres de mercenarios de micrófono y libreta y, bazar preparado a expensas del patrimonio público, afinan detalles de las cruzadas publicitarias. La ciudadanía, atada de pies y brazos a grilletes de abyección, sigue el rumbo trazado en la comodidad de oficinas ventiladas. La situación, simple y cruel, llamea: si las banderas de la demagogia no son sustituidas por plataformas consensuadas de acción, la bancarrota ética y material hundirá fieros colmillos en nuestros cuellos. Durante años el bastón de mando ha descansado en manos de cuestionables personajes —las pesquisas contra mandatarios salientes deberían provocar más que cotilleos de pasillo—.

Pocos olvidan los altaneros modales del parlamentario amigo de excesos etílicos. El legado —explotado por familiares— de un fallecido burgomaestre de inmediato trae de los rincones de la memoria la lapidaria frase de Francisco Umbral: construyen autopistas debido a la incapacidad de encauzar las fuerzas de la sociedad por el cauce del progreso cultural y humano. Otra perla de la reciente historia de la infamia salió a la luz gracias al desaparecido olfato investigativo del periodismo regional. El 10 de enero de 1995, La Crónica del Quindío publicó en primera página el facsímil de un acuerdo firmado por tres representantes a la Cámara de ese entonces, a saber: Emilio Valencia, Emma Peláez y Carlos Oviedo; en el que, refrendados por Horacio Serpa, reparten sin rubor en mejillas la cuota burocrática. El pacto recibió severas críticas del diario El Mundo, de Medellín, y de Helio Martínez. Ninguno de los comprometidos recibió la necesaria sanción.

Un río de pus brota, infectándolo todo, de las heridas ocasionadas por el filo de la corrupción. El viento de la novedad no mueve las polvorientas cortinas de la ignorancia colectiva. Manadas de fieles marcan en tarjetones rostros de pastores de nada cristianos intereses. Un disparo en la espalda o el enlodamiento del prestigio es el pago a la valentía. Así ha sido en Colombia desde los lejanos tiempos del machete manchado de la violencia partidista.

2.- El nombramiento de Andrés Felipe Arias —maltrecho arlequín del uribismo— en la embajada de Italia devela el tramposo manejo en la adjudicación de cargos diplomáticos. Las adhesiones se recompensan con la seda del servicio internacional. Le falta seriedad a Santos. El tímido entusiasmo provocado por la conformación del gabinete ministerial dio un traspié con la noticia de la escogencia de Arias. El escándalo de Agro Ingreso Seguro, además de las iteradas salidas en falso del pichón convencido del filo de sus uñas, nada bueno presagian. De la "Ciudad Eterna" —labrada en la roca por el tiempo y la sangre— fue traído Sabas Pretelt, salpicado por las declaraciones de Yidis Medina. Arias, instruido en pasadizos del Ubérrimo, declinó la invitación. El hoy encargado de los asuntos del campo colombiano devela las turbias maniobras de sus predecesores. Las políticas agrarias del anterior inquilino de la Casa de Nariño ahondaron el problema de la justa distribución de la tierra.

3.- En la Biblioteca Pública de Armenia, junto a retratos de Jesús Arango Cano y Adel López Gómez, telúricos fabulistas quindianos, las sonrisas de Moreno y Palacio —funcionarios de ningún abolengo— espantan a presurosos estudiantes. Honrados por la alcaldesa Ana María Arango con el Cordón de los Fundadores, los susodichos no han propiciado el florecimiento de sentimientos comunitarios o artísticos. Señores de la SMP, retiren esas fotografías sin tardanza. Una pizca de sentido común: hasta el definitivo esclarecimiento de las acciones de los escuderos de Uribe, la prudencia es el mejor antídoto para futuras correcciones.

miércoles, 18 de agosto de 2010

EL BAILOTEO DEL FLAUTISTA DE HAMELÍN

1) El mundo occidental, gracias al minucioso cubrimiento televisivo, durante un mes observó fascinado los pormenores de las contiendas futbolísticas. Los jugadores en los camerinos se ceñían coloridas camisas al tiempo que la información sobre la expansiva mancha de combustible en las aguas del Golfo de México naufragaba en el griterío de los hinchas. Una fuga en la plataforma marina de perforación de la BP vierte al océano Atlántico alrededor de doce mil barriles de petróleo diarios. A seis meses de concluidas las reuniones en Copenhague la irresponsabilidad depredadora del capitalismo, amparada en el espejismo del progreso económico, destroza sin clemencia el medio ambiente. Si con el denuedo empleado en la reparación de los estragos provocados por la burbuja inmobiliaria, etiquetada con el apocalíptico rótulo de crisis financiera, se combatieran las causas de la masiva extinción de animales y la sistemática deforestación de bosques nativos, el horizonte sería menos sombrío. Si el dinero arrojado a la garganta omnívora de la guerra se utilizara para la reproducción del milagro del pan y los peces en todos los rincones del planeta, la humanidad no tendría las manos manchadas de sangre.
Inducidos por los discursos mediáticos no examinamos el origen de los productos comprados. Nada importa si los relucientes automóviles fueron ensamblados por trabajadores sometidos a tratos degradantes y, mucho menos, si el bolso adquirido con tarjeta de crédito en la boutique de moda está confeccionado con la piel de una especie amenazada. El obligatorio cuidado de la naturaleza ocupó un sitio secundario en la pasada maratón presidencial. Ninguno de los dos candidatos enfrentados en la segunda vuelta propuso posibles soluciones para la explotación de la mina de Zaragoza, en las inmediaciones de Buenaventura. El río Dagua muere en las fauces de retroexcavadoras manejadas por la ambición sin fin de los hombres. El oro corrompió a los conquistadores ibéricos hasta llevarlos al límite de masacrar a miles de indígenas. Hoy la misma sed mueve por igual a mineros y funcionarios estatales. El agua, no cabe la menor duda, es más valiosa que lingotes de oro apilados en bóvedas de bancos.

2) Juan Manuel Santos ganó las elecciones por la eficacia electoral de su discurso salpicado de clichés. En un encuentro cara a cara con Antanas Mockus explicó ante las cámaras que los militares son la columna vertebral de la democracia. Mentira. La ciudadanía si lo es. Santos, empecinado en la restitución del fuero militar, no lo sabe. El mayor orgullo de su vida, dijo en otro pugilato retórico con el aspirante Verde, fue vestir el uniforme de la marina. Allá él.
El Estado nació para la administración de la justicia. En tiempos remotos, según Thomas Hobbes, la metódica aplicación del Ojo por Ojo desembocó en espirales de violencia intestina. La escapatoria elegida al mecanismo de muerte fue la designación de un árbitro que zanjara las disputas y en cuyas manos recayera el ejercicio de la fuerza. Sin embargo, con la aparición del Leviatán nacieron nuevos tipos de crímenes que en su mayoría quedan impunes. Si un ciudadano levanta su voz contra las decisiones del gobernante, este dispone de las herramientas necesarias para silenciarlo en la mazmorra o hacerlo arder en la pira inquisitorial. El desafío de las democracias contemporáneas consiste en la construcción de prácticas políticas tolerantes y no belicistas. El camino de los fusiles está sembrado de cadáveres sarracenos y cristianos. La condena impuesta al Estado colombiano por La Corte Interamericana de Derechos Humanos por el asesinato del senador Manuel Cepeda a manos de dos sargentos del Ejército evidencia el fracaso de un régimen complacido con la pólvora.

martes, 23 de marzo de 2010

EL SON DE LA ADLER

Lo más asombroso de Libaniel Marulanda es que no sea protagonista de alguno de sus cuentos. Desde hace mucho tiempo es el cuentista quindiano con más perseverancia y acierto en el género. Varios galardones nacionales e iteradas invitaciones a participar en antologías ajenas a criterios comerciales son la justa recompensa al obstinado trabajo de un escritor silencioso, lejano de las rimbombantes y casi siempre aburridísimas peroratas de la posmodernidad. Su prosa, cargada de boleros susurrados al oído de la novia en lúbricos callejones, corre rítmica por estribaciones de inconclusas utopías. Ya sea Marcelia o Calarcá, sus ficciones construyen una ciudad afectiva en la que lo importante no es el progreso material, representado en desoladas autopistas, si no, por el contrario, esa tropilla de amigos que nos amparó mientras dábamos los primeros pasos en el incierto mundo de la adultez. El lenguaje tejido con la paciencia del artesano es el elemento característico de su cuentística.

Libaniel, músico empírico, de esos que se embrollan frente a una partitura pero capaces de interpretar cualquier melodía con escucharla una vez, escribió un texto que figurará en los breviarios de la literatura colombiana. En el Niágara es el recuento de las travesías de serenateros en busca de satinada gloria. Años después, en las páginas dominicales de La Crónica del Quindío, arropado con la verosimilitud del perfil periodístico, publicó el complemento de la historia. Guillermo Vanegas, etílico guitarrista salido de las brumas del disoluto ambiente bohemio de la "Villa de Vidales", nombre empleado por el cronista para llamar a su pueblo natal, sirvió de excusa para naufragar en los piélagos de la nostalgia. Marulanda, narrador de cadenciosos guiños, dio un recital con su grupo, Los Muchachos de antes, ante el notablato literario de la región reunido en el Museo Gráfico del Quindío con ocasión del II Encuentro de Escritores Luis Vidales.

Libaniel me recuerda al personaje de una ficción de Roberto Bolaño cuya distracción consistía en acumular la mayor cantidad de concursos ganados. Sin embargo, y en esto se diferencian, Sensini, alter ego del chileno, jugaba con el mismo texto con nombre cambiado. Navidad en Eisleben, el mejor inédito recibido en 2004 por la librería Palinuro en fiestas decembrinas; Mañana se sabrá y La silla vacía, encaramadas en el podio de la maratón narrativa organizada en Samaná, Caldas, son conquistas de la incesante sinfonía de su Adler.

El país fisgoneó gracias a cientos de reporteros la llegada de Andrés Pastrana a la zona de distención del Caguán. La máxima autoridad civil de Colombia, con mechón azotado por el viento, se mordió los codos de la rabia pues el rechoncho anciano con la imperturbable toalla en el hombro nunca apareció. La realidad, esa diablilla a la que Nabokov aconsejó meter en el corsé de las comillas, desgarró la incipiente esperanza de una nación a punto de colapsar. En La Silla vacía, Marulanda, armado con la irreverencia de la poesía, resuelve la pregunta hecha por miles de colombianos incluso hoy: ¿por qué no asistió el veterano insurgente, nacido en los riscos del Quindío, a su cita con la paz?

El cronista, cazador del detalle y el gesto mínimo, tiene un constante pulso con las medidas restrictivas de la escueta noticia. Los personajes de la comarca, retratados cada domingo, brotan en el mohín nimio, en el lirismo cotidiano. Guillermo Vanegas, por ejemplo, cargaba un par de cuerdas extras en los bolsillos junto a monedas y confites. Por su parte, Jaime Lopera, el único best-seller cafetero, no se decide publicar varios manuscritos. Falta el autorretrato de Libaniel Marulanda, entrevisto en sus libertinas carcajadas.

miércoles, 27 de enero de 2010

BONSÁI

Hace algunos meses, mientras el pueblo se alistaba para las maratones etílicas de las fiestas aniversarias, en un café cercano a la plaza principal presencié una conversación entre Óscar Zapata y Hugo Aparicio sobre el origen del apelativo típico del municipio: cuna de poetas. Óscar, con la precisión del francotirador, anotó: Calarcá es la cuna y Senegal, la mano que la mece. Cualquier lector atento de la producción libresca del departamento sabe de sobra que Humberto Senegal es el prologuista más solicitado de la comarca, además de, en palabras de Héctor Ocampo Marín, un muy activo hombre de letras.

Desventurados los mansos, el primer libro publicado de Humberto, termina con una alevosa cita de Cornelius Lippman: "He decidido renunciar como miembro de la raza humana…" En esos nueve relatos, fragmentos de la nunca editada Casona, el escritor caciqueño rompe con una tradición narrativa signada por la añoranza de la vida en el campo. Aunque la acción transcurre en el imaginario caserío de Bumba, es la pobreza y el desamparo gubernamental el implícito escenario de los dramas. Con marcado acento rulfiano, los personajes cuentan a un silencioso interlocutor sus historias marcadas por la tragedia. Un permisivo anciano arranca flores con cara de sapo triste de la tumba de su hijo y relata los interminables cotilleos de los vecinos. En otra parte, el padre, la madre y la hija tejen un sombrío mosaico con los finos hilos de las penurias. La presencia del fabulador de Comala se hace más patente en el alucinado monólogo de un homicida. En efecto, el bobito de Bumba es un atinado facsímil del Macario del Llano en llamas. Las imágenes y el tono hacen de la pieza la mejor del conjunto: un jardín abonado con fetos es una estampa difícil de olvidar. Por el contrario, la Japonesita es la menos lograda. El nombre de la putica de José Donoso no sirvió para darle verosimilitud a una ingenua anécdota. Hay frases memorables: "midiós es trabajo y es pan y es tranquilidad y son los hijos con el buche lleno". Las figuras del alcalde y el cura son vilipendiadas hasta reducirlas a escombros. Apenas el primer piso de un edificio de corredores sinuosos y ocultas escotillas. El siguiente son irónicas viñetas, escritas con la prosa light de las revistas de variedades. El desfile otoño-invierno de la colección Cardin, las dos vidas de Carolina de Mónaco, la escogencia del virus apropiado para una enfermedad elegante, los cuidados necesarios para evitar que las perlas, símbolo de alcurnia y hermosura, se mueran de tristeza, son aderezos de la fatuidad. La azotea es un memorial de ofensas, el macabro prontuario de la burguesía que Senegal condenó en la dedicatoria.

Después del acierto de Desventurados los mansos, la cuentística de Humberto viró hacía los temas espiritualistas de Oriente. En Termita, una sobresaliente revista cultural, publicó una serie de parábolas de corte místico. Con el paso de los años, y luego de quitarle la hache a su nombre, se entregó casi por completo a un subgénero exótico bautizado por él mismo como cuento atómico. Asombra que no lo nombrara Bonsái, rótulo perfecto para textos que no superan las 20 palabras. Su más reciente trabajo es un cuaderno de narraciones breves titulado Visitantes. Ningún vestigio de la compleja oralidad de su opera prima se percibe en la actual escritura del vate calarqueño. Sin lugar a dudas, Desventurados los mansos merece una segunda impresión.

Senegal, Humberto. 1977. Desventurados los mansos. Litografía Quingráficas

miércoles, 21 de octubre de 2009

Partículas Salvajes.

Ángel Castaño Guzmán

¿No habrá manera de que Colombia, en vez de matar a sus hijos, los haga dignos de vivir?

Gonzalo Arango.

Los siete años de Álvaro Uribe en la presidencia están marcados por numerosos escándalos de corrupción. Las grabaciones de funcionarios del ministerio de Transporte pidiendo coimas a cambio de favores en los procesos de licitación, las más que comprobadas desmesuras del DAS, la habitual presencia de emisarios de criminales en las oficinas de la Casa de Nariño, son algunas perlas en el amplio prontuario de la impostura. Los traspiés del actual gobierno, más que hechos aislados, evidencian el aterrador grado de descomposición de la clase política colombiana. El uribismo es un pie de página en una historia signada por la miopía dirigente y el estrepitoso fracaso de un proyecto nacional incluyente y democrático. Uno tras otro los blasones presidenciales se desploman ante la impávida mirada de la ciudadanía. La Seguridad Democrática ha demostrado serias fisuras que ponen en duda su eficacia: los cinco millones de desplazados por la violencia no pueden retornar a sus parcelas pues se hallan en manos de testaferros del paramilitarismo; el incremento de la inseguridad en las ciudades es el resultado lógico de la agudización del desempleo. La pobreza crece hasta alcanzar cifras pavorosas mientras gran parte de la inversión estatal cae en la garganta sin fondo de la maquinaria bélica. Los 307 millones de pesos recibidos sin contraprestación por la ex reina de belleza Valerie Domínguez para implementar un sistema de riego en una propiedad de un boyante gamonal son el ejemplo perfecto de las preferencias del gobierno nacional. El dinero salió del bolsillo de los colombianos para engrosar la cuenta bancaria de una familia terrateniente de la Costa. Eso es inadmisible en un país con 20 millones de personas viviendo con menos de dos dólares diarios. Regalarles subsidios a los ricos, los mismos que financiaron la campaña presidencial de Uribe, mientras los campesinos sufren las embestidas de la crisis económica, es antidemocrático. Por eso, y por las ejecuciones extrajudiciales, no es apropiada una segunda reelección para la salud de las tradiciones republicanas.

2) La frase de un relato de Roberto Bolaño resume los marchitos sueños de América Latina. Hermana de aquella con la que concluye la Vorágine, la del chileno parece sacada de un macabro filme: “de la verdadera violencia no se puede escapar”. Prófugos de una sociedad de altos muros y pocos puentes, los colombianos asistimos al incesante festín del exterminio. Los informes de las ONG sobre el nada alentador panorama de los derechos humanos engrosan el cada vez más abultado registro de la infamia. Las anteriores generaciones fueron inferiores al compromiso histórico de construir una comunidad distinta, no más técnica ni desarrollada, sólo más humana. El siglo XX hasta la saciedad mostró la futilidad de los vuelos intergalácticos sí en las calles miles de infantes encuentran en el pegante el único sustento. Los avances de la globalización son fuegos fatuos en un mundo en que el éxito consiste en la sistemática acumulación de capital. Los nacidos en pleno colapso comunista no dan señales de buscar el cambio. Los vistosos anzuelos de la publicidad alejan la atención pública de los temas de importancia. Nación paradójica, Colombia celebra hasta la extenuación las pírricas victorias del conjunto tricolor, pero entierra en la amnesia el llanto de las madres. La vida es innegociable y no hay peor profanación que reducirla al papel de mercancía. Pedro Casaldáliga retrató muy bien los estropicios del capitalismo al decir que estamos en la prehistoria de la humanidad.

lunes, 7 de septiembre de 2009

El deseo del abismo

Por: Ángel Castaño Guzmán

“Pasó la vida detrás de los espejos, hasta que olvidó su rostro” F.O.M

Franz Kafka, el silencioso transeúnte de la Praga de principios del siglo XX, retrató a la perfección los laberintos existenciales del hombre unidimensional de Marcuse. No existe respuesta satisfactoria para explicar cómo ese gris oficinista, perseguido por el despótico recuerdo de su padre, pudo construir una obra narrativa de tanta actualidad. La metamorfosis es sin lugar a dudas la odisea del lector contemporáneo. Los dioses son curiosidades de anticuarios y coleccionistas; los ídolos de neón los han reemplazado en la tragicomedia humana. El destino de los pueblos ya no se vislumbra en los intestinos de un becerro si no en las extrañas reuniones del G8. La deidad huyó para siempre del Olimpo y ahora anida en las pestilentes callejuelas de los suburbios mediáticos. Ahí, junto a los estropicios del neoliberalismo, crece silenciosa la poesía de Fabio Osorio Montoya.

La literatura regional ha sido pródiga en ficciones hiperbreves. Luis Vidales con sus 20 Estampillas inició una tradición cultural que encontró en Umberto Senegal, José Raúl Jaramillo y Jaime Lopera, brillantes cultores. Comentario aparte merece el escritor que hoy nos ocupa: en una entrevista televisiva, Osorio Montoya confesó sin pudor que cada año bautiza con fuego un manuscrito terminado.

Las 59 páginas de La Baba del Farsante son la milimétrica radiografía de una metrópoli feroz donde los viandantes son fantasmas nacidos en la esquizofrénica cabeza de Pedro Páramo. En los caminos de Comala los latinoamericanos encontramos pistas para descifrar el eterno acertijo de nuestro sino. Farsante es la lúcida conciencia de Osorio Montoya. Fanático de los acordes industriales de Black Sabbath, su vida da un vuelco al descubrir a sus camaradas, los perros del orbe, entonando salmos de alabanza ante un inmenso aviso de Coca Cola. El insolente canino pertenece a la familia de Mister Bonnes, el locuaz protagonista de una novela de Paul Auster. Los nómadas, a pesar de las medidas gubernamentales, son los dueños absolutos de la ciudad. Momentos de iluminación, los cuentos exploran las entrañas de la urbe, un universo simbólico poco frecuentado por los narradores quindianos. El poeta Carlos Castrillón encontró en la lírica de Osorio Montoya rasgos propios de la tensa relación entre el individuo y su espacio: “La ciudad es el riesgo, el brillo del cuchillo que se levanta en la noche para hundirse en la carne, es el grito lejano que no queremos escuchar para no comprometernos”.

Hay un texto que llamó con particular insistencia mi atención: Voltaire, uno de los precursores de la Revolución francesa, busca el perdón oficial, representado en la sepultura cristiana. El más burlesco de los cadáveres, así llamado por el vate, en un carroza tirada por negros caballos deambula por las adoquinadas calles de París. Su putrefacta sonrisa es bella metáfora del progresivo desmoronamiento de la democracia. Como los demás personajes del libro, Voltaire es arquetipo de los sueños y las pesadillas de la sociedad informatizada. El signo distintivo de la humanidad es la amargura, escribió en alguna parte Michel Houellebecq, y ese precisamente es el tono que predomina en la cáustica mirada de Farsante.

La Baba del Farsante es una valiosa colección de microrrelatos. A pesar de algunos errores tipográficos y de edición, los textos merecen una lectura cuidadosa y un juicioso análisis.

Osorio Montoya, Fabio. La Baba del Farsante. Cuadernos Negros, 2009.