miércoles, 18 de agosto de 2010

EL BAILOTEO DEL FLAUTISTA DE HAMELÍN

1) El mundo occidental, gracias al minucioso cubrimiento televisivo, durante un mes observó fascinado los pormenores de las contiendas futbolísticas. Los jugadores en los camerinos se ceñían coloridas camisas al tiempo que la información sobre la expansiva mancha de combustible en las aguas del Golfo de México naufragaba en el griterío de los hinchas. Una fuga en la plataforma marina de perforación de la BP vierte al océano Atlántico alrededor de doce mil barriles de petróleo diarios. A seis meses de concluidas las reuniones en Copenhague la irresponsabilidad depredadora del capitalismo, amparada en el espejismo del progreso económico, destroza sin clemencia el medio ambiente. Si con el denuedo empleado en la reparación de los estragos provocados por la burbuja inmobiliaria, etiquetada con el apocalíptico rótulo de crisis financiera, se combatieran las causas de la masiva extinción de animales y la sistemática deforestación de bosques nativos, el horizonte sería menos sombrío. Si el dinero arrojado a la garganta omnívora de la guerra se utilizara para la reproducción del milagro del pan y los peces en todos los rincones del planeta, la humanidad no tendría las manos manchadas de sangre.
Inducidos por los discursos mediáticos no examinamos el origen de los productos comprados. Nada importa si los relucientes automóviles fueron ensamblados por trabajadores sometidos a tratos degradantes y, mucho menos, si el bolso adquirido con tarjeta de crédito en la boutique de moda está confeccionado con la piel de una especie amenazada. El obligatorio cuidado de la naturaleza ocupó un sitio secundario en la pasada maratón presidencial. Ninguno de los dos candidatos enfrentados en la segunda vuelta propuso posibles soluciones para la explotación de la mina de Zaragoza, en las inmediaciones de Buenaventura. El río Dagua muere en las fauces de retroexcavadoras manejadas por la ambición sin fin de los hombres. El oro corrompió a los conquistadores ibéricos hasta llevarlos al límite de masacrar a miles de indígenas. Hoy la misma sed mueve por igual a mineros y funcionarios estatales. El agua, no cabe la menor duda, es más valiosa que lingotes de oro apilados en bóvedas de bancos.

2) Juan Manuel Santos ganó las elecciones por la eficacia electoral de su discurso salpicado de clichés. En un encuentro cara a cara con Antanas Mockus explicó ante las cámaras que los militares son la columna vertebral de la democracia. Mentira. La ciudadanía si lo es. Santos, empecinado en la restitución del fuero militar, no lo sabe. El mayor orgullo de su vida, dijo en otro pugilato retórico con el aspirante Verde, fue vestir el uniforme de la marina. Allá él.
El Estado nació para la administración de la justicia. En tiempos remotos, según Thomas Hobbes, la metódica aplicación del Ojo por Ojo desembocó en espirales de violencia intestina. La escapatoria elegida al mecanismo de muerte fue la designación de un árbitro que zanjara las disputas y en cuyas manos recayera el ejercicio de la fuerza. Sin embargo, con la aparición del Leviatán nacieron nuevos tipos de crímenes que en su mayoría quedan impunes. Si un ciudadano levanta su voz contra las decisiones del gobernante, este dispone de las herramientas necesarias para silenciarlo en la mazmorra o hacerlo arder en la pira inquisitorial. El desafío de las democracias contemporáneas consiste en la construcción de prácticas políticas tolerantes y no belicistas. El camino de los fusiles está sembrado de cadáveres sarracenos y cristianos. La condena impuesta al Estado colombiano por La Corte Interamericana de Derechos Humanos por el asesinato del senador Manuel Cepeda a manos de dos sargentos del Ejército evidencia el fracaso de un régimen complacido con la pólvora.