martes, 9 de noviembre de 2010

VERDADES DE PEROGRULLO

Ángel Castaño Guzmán

1.- Crece el abanico de aspiraciones para las próximas elecciones locales. Ex funcionarios de las actuales administraciones reúnen enjambres de mercenarios de micrófono y libreta y, bazar preparado a expensas del patrimonio público, afinan detalles de las cruzadas publicitarias. La ciudadanía, atada de pies y brazos a grilletes de abyección, sigue el rumbo trazado en la comodidad de oficinas ventiladas. La situación, simple y cruel, llamea: si las banderas de la demagogia no son sustituidas por plataformas consensuadas de acción, la bancarrota ética y material hundirá fieros colmillos en nuestros cuellos. Durante años el bastón de mando ha descansado en manos de cuestionables personajes —las pesquisas contra mandatarios salientes deberían provocar más que cotilleos de pasillo—.

Pocos olvidan los altaneros modales del parlamentario amigo de excesos etílicos. El legado —explotado por familiares— de un fallecido burgomaestre de inmediato trae de los rincones de la memoria la lapidaria frase de Francisco Umbral: construyen autopistas debido a la incapacidad de encauzar las fuerzas de la sociedad por el cauce del progreso cultural y humano. Otra perla de la reciente historia de la infamia salió a la luz gracias al desaparecido olfato investigativo del periodismo regional. El 10 de enero de 1995, La Crónica del Quindío publicó en primera página el facsímil de un acuerdo firmado por tres representantes a la Cámara de ese entonces, a saber: Emilio Valencia, Emma Peláez y Carlos Oviedo; en el que, refrendados por Horacio Serpa, reparten sin rubor en mejillas la cuota burocrática. El pacto recibió severas críticas del diario El Mundo, de Medellín, y de Helio Martínez. Ninguno de los comprometidos recibió la necesaria sanción.

Un río de pus brota, infectándolo todo, de las heridas ocasionadas por el filo de la corrupción. El viento de la novedad no mueve las polvorientas cortinas de la ignorancia colectiva. Manadas de fieles marcan en tarjetones rostros de pastores de nada cristianos intereses. Un disparo en la espalda o el enlodamiento del prestigio es el pago a la valentía. Así ha sido en Colombia desde los lejanos tiempos del machete manchado de la violencia partidista.

2.- El nombramiento de Andrés Felipe Arias —maltrecho arlequín del uribismo— en la embajada de Italia devela el tramposo manejo en la adjudicación de cargos diplomáticos. Las adhesiones se recompensan con la seda del servicio internacional. Le falta seriedad a Santos. El tímido entusiasmo provocado por la conformación del gabinete ministerial dio un traspié con la noticia de la escogencia de Arias. El escándalo de Agro Ingreso Seguro, además de las iteradas salidas en falso del pichón convencido del filo de sus uñas, nada bueno presagian. De la "Ciudad Eterna" —labrada en la roca por el tiempo y la sangre— fue traído Sabas Pretelt, salpicado por las declaraciones de Yidis Medina. Arias, instruido en pasadizos del Ubérrimo, declinó la invitación. El hoy encargado de los asuntos del campo colombiano devela las turbias maniobras de sus predecesores. Las políticas agrarias del anterior inquilino de la Casa de Nariño ahondaron el problema de la justa distribución de la tierra.

3.- En la Biblioteca Pública de Armenia, junto a retratos de Jesús Arango Cano y Adel López Gómez, telúricos fabulistas quindianos, las sonrisas de Moreno y Palacio —funcionarios de ningún abolengo— espantan a presurosos estudiantes. Honrados por la alcaldesa Ana María Arango con el Cordón de los Fundadores, los susodichos no han propiciado el florecimiento de sentimientos comunitarios o artísticos. Señores de la SMP, retiren esas fotografías sin tardanza. Una pizca de sentido común: hasta el definitivo esclarecimiento de las acciones de los escuderos de Uribe, la prudencia es el mejor antídoto para futuras correcciones.