jueves, 25 de junio de 2009

Postales microscópicas

                                                                                                                             
  “Destino: Quiso la suerte que coincidiéramos en momento y lugar. No quiso en cambio que nos atreviéramos a hablar” H.A.

La reciente aparición de una docena de libros dedicados al minicuento ratifica una práctica literaria que se remonta a Luis Vidales. En sus Estampillas, el bardo de Suenan Timbres abrió las puertas a las actuales generaciones de escritores minimalistas. Influidos por El dinosaurio de Augusto Monterroso, algunos narradores quindianos condensan en menos de una cuartilla un universo autónomo, capaz de noquear al lector en cuestión de segundos. Comentario aparte merece la invención del poeta calarqueño Umberto Senegal. Inspirado en la brevedad del haikú, sentó las bases del cuento atómico en un ensayo publicado hace algunos años. Sin sobrepasar las veinte palabras,- fuera de las del título- el texto debe tener la contundencia del koán. Fugaz, el mejor calificativo para definir el subgénero. 

Cuentáforas es la segunda incursión editorial de Hugo Aparicio en el cuento atómico. En 46 páginas, el editor del conocido fanzine Poetintos, dibuja un mundo donde el silencio prima sobre los adjetivos. Según Poe la extensión justa de un cuento debe permitir su lectura en una sentada. Los de Aparicio se leen en un parpadeo. Muestra de afinada puntería, cada micro relato, sin eludir la realidad inmediata, busca derroteros perdurables. Atentas observaciones al entorno, las cuentáforas enriquecen el disperso mosaico de la literatura regional. “Suicida: El billete de lotería que encontrarás ganó el premio mayor. Puedes disponer del dinero, más ya no de mí” H.A.

Hugo es conocido en el ambiente cultural por la impecable factura de sus crónicas periodísticas, siendo un sentido texto sobre el reciente premio Rómulo Gallegos, William Ospina, el mejor de su producción hasta el momento. Aparicio y el novelista compartieron un viaje de 150 kilómetros, distancia que separa la capital del Tolima del municipio de La Tebaida. Conversaron sobre lo divino y lo absurdo en el panorama de las letras universales. Hugo, sólo armado con su prodigiosa memoria, reconstruyó los diálogos con la precisión del esmerado relojero. Sobra decir que Ospina al conocer el escrito envió un caluroso mensaje al cronista. 

Sus trajines literarios no son óbice para conocer las penurias de la comarca, por el contrario, en la palabra ha encontrado, como puede testificar cualquiera que haya leído sus continuos aportes a Calarca.net, una útil herramienta para expresar sus pensamientos en voz alta. Sin adhesiones de ningún tipo, sigue con esmero el desarrollo del megaproyecto vial Túnel de la Línea y su eventual impacto en los habitantes de Calarcá.  

Ajena a las clamorosas campañas publicitarias de los monopolios editoriales, la literatura cultivada en el Quindío necesita de estrategias pedagógicas para combinar calidad estética con una adecuada distribución. La lógica del mercado hace que los escaparates de las librerías se parezcan cada vez más a la sección de farándula de los noticieros, donde la impostura brilla con particular insistencia. Sirvan estas letras de llamado a los profesores de las instituciones educativas del departamento: hay buenos escritores regionales en busca de lectores.  

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