jueves, 25 de septiembre de 2008

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En “Relatos para un Gigante”, Francisco Congo ve como un animal de ojos rasgados y aliento infernal se traga un manuscrito sagrado. Explica el narrador en un pie de página, que aquel se extinguió, según datos fósiles del museo británico, hace más de tres mil años. La literatura fantástica, burdamente encasillada con el rotulo de infantil, utiliza nomenclaturas científicas como procedimiento narrativo. En ese sentido podemos entender la fauna del Centro de la Tierra, casi toda desaparecida antes de que el ser humano embadurnara las paredes de Altamira. Sin embargo, parte del mundo académico mira con suspicacia las novelas fantásticas. Los vernianos, así llamados por el resto de la comunidad científica, cree que tras la figura de Verne se esconde uno de los secretos más interesantes de la historia de la humanidad: los palimpsestos.

Cuando un científico menciona a los palimpsestos generalmente lo hace en tono de burla. Éste, según Carmené, genealogía de Darwin a McDonalds, es el nombre que recibe un grupo de sabios escandinavos que, bajo la inofensiva apariencia de las quimeras, escondió sus descubrimientos alquímicos de la represiva mirada de los inquisidores del Santo Oficio. Así, desde las páginas de los hermanos Grimm hasta las novelas de Asimov, hay recetas químicas y ecuaciones físicas agazapadas

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Ahora, como de lo que se trata es de ahondar en la especie mencionada arriba, podemos partir de la certeza que más de un mamífero registrado en Mastozoología, un dilema de nunca acabar, catálogo publicado en conjunto por las universidades de Boston y Madrid, reúne las características descritas por el cuentista. Sin embargo, por razones geográficas, y cimentados en declaraciones de amigos del autor, llegamos a la conclusión que, si bien de los palimpsestos hace medio siglo no se tiene noticia alguna, este es un típico caso de su modus operandi. Las metáforas de “Escarcha”, cuento que menciona a la bestia de hormigueante mirada, están escritas en código Malraux, lenguaje desarrollado por la secta. Analicemos un fragmento:

“La bestia no separó un solo instante la mirada del manuscrito. Se acercó. Sigilosa, abrió el hocico. Una hilera de perlados dientes brilló. De un solo mordisco se lo tragó. Una densa neblina…”

La anterior cita es un fragmento del tercer párrafo. El verbo final de la cuarta oración indica el carácter del mensaje escondido entre líneas. En este caso, la óptica, rama de la física encargada de estudiar la luz y sus variaciones, es el tema a tratar.

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